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EL DISCO DE LA ABUELA de Juan Carlos Villalba

1)  ¿Qué dice la canción Abu..? - preguntaba yo  No se…mi amor…no se - contestaba emocionada.  ¿Y entonces porque lloras?  Tampoco lo se – decía – y se quedaba mirando a lo lejos, mientras me acariciaba entre melancólica y feliz.  Esta escena se repetía casi todos los domingos en casa de la abuela cada vez que ponía a sonar su disco preferido. Aquella música y esa voz maravillosa que cantaba en un idioma por entonces extraño para mí, me sugería  imágenes surrealistas, una especie de   pájaro inexplicable que cambiaba de formas y colores, según el momento y el tono de la melodía. Pero…              Porque lloraba la abuela..? Porque muchas veces terminamos abrazados y lagrimeando..? Que poder tenia aquella música para conmovernos de esa manera..? Durante muchos años me lo pregunte. 3)   Con el tiempo, convertido en adulto y amante de la música clásica, supe que aquel idioma era el francés, que aquella mujer de voz insuperable era María Callas, que el aria que

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Alicia Grinbank: poemas

Alicia Grinbank nació el 20 de noviembre de 1949 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Egresó en 1993 en la especialización Literatura, por la Alianza Francesa de Buenos Aires. // por Rolando Revagliatti






La mujer de Lot
Más vale -se dijo-
ser estatua de sal
que errar sin sabor en la boca.
Más vale -se dijo-
que mis pequeños ojos se impresionen
y salgan de sus cuencas y echen a volar
gritar por un instante
encenderme cantar
perder mi nombre para siempre
(¡que se lo lleve Lot como trofeo!)

Más vale -se dijo-
la boca abierta del misterio
lo que no me ordenó Dios
lo que está por verse
lo que no conozco.
(de “Curanto”)


Las que No
Infladas por el viento
las camisas del hombre
aletean
su colorida vacuidad.
No son esposas a la espera
de la ensombrecida bestia de oficina
esposas humeantes de hijos
esposas sociales de brocato en Navidad.
Las camisas del hombre secándose en la soga
saborean ya a cada lengüetazo de sol
el olor del hombre la piel del hombre.
Sin preguntas
como alegres cortesanas.
(de “La balsa de la medusa”)


Sangre y Orina
Alineados sobre la fría mesada
el frasco ambarino y el tubito rubí
irán al desguace microscópico.
Días después mi confiable clínico
leerá en el hermetismo cifrado del papel
y yo beberé sus vaticinios
con la ávida sed de la ignorancia.

Pero él ignora también:
reduce mi angustia a un color “ligeramente turbio”
ve brillantes hematíes en un campo
donde es noche cerrada.
Ciego a mis heridas dice “cristales no se observan”
Densidad: ¿cómo medir lo insondable?
Espacios abisales de células muertas
y recuerdos en flor.

Perdido él en mi niebla
perdida yo en su niebla:
no hay valores de referencia.
(de “Noche cerrada”)

*


No es el fulgor de la mañana
en la feria municipal al lado de las vías
ni el alboroto de changuitos
ni el regateo ni el pregón lo que conmueve.
Es a las dos de la tarde cuando levantan los puestos
que la belleza se alza:
esa dimensión de verduras pisoteadas
la fetidez más pura
perros lamiendo el sueño de algo entero
el osario de fierros que cargan los camiones
y esa calle
que no pide agua de socorro
sino -el próximo sábado-
la resurrección.
(de “Pulmón de manzana”)


*


- ¿Y qué es un traidor?-
-Bueno, es uno que jura y miente-
(“Macbeth” - Acto IV. William Shakespeare)


Sala de Espera
El bebé llora en el joven padre que lo mece torpe:
prueba con el chupete, mueve el cochecito,
lo levanta.
Persiste el arropadito se desgañita
se crispa mal sujeto entre esos brazos incapaces.
¿Y ella? ¿la dadora la dueña la nodriza?
Ya pagó la consulta en recepción y regresa.
Desabotona y descubre su pleno mediomundo
para el ansia del becerro.

Ya no cabes en la escena, joven padre.
Y lejos muy lejos de la niebla de ese goce
te preguntas por qué ella juró alguna vez bajo tu espada
que su manantial sería siempre y solo para ti.
(Inédito)


Escena Final

Está enojado el hombre, iracundo, digamos.
Y es lógico, ella lo ha crispado hasta la puteada.
Sacó de él lo que tanto calló y perdonó y contuvo.
Ahora es un hombre solo en la calle del dolor,
desfilan taxis vacíos parejitas abrazadas
y el hombre vuelve a su casa.
Abre las ventanas y de ella arroja las cartas,
alguna chalina perfumada.
Luego pega el grito. Se deja caer por ese tragaluz infame:
rebota en el patio de planta baja entre condones y verduras
desnucado feliz
por la noticia que ella recibirá a la mañana.
(Inédito)


*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Alicia Grinbank y Rolando Revagliatti, enero 2015.
http://www.revagliatti.com.ar/011003.html
http://www.revagliatti.com.ar/030428.html
http://www.revagliatti.com.ar/030428_grin.html


Para contactarnosescobarlarevistadigital@gmail.com
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