La gran Ana María Matute decía “El día que yo piense que he escrito algo perfecto, estaré muerta (como escritora)”. En efecto, la autocomplaciencia no es buena y ese punto crítico (siempre en su justo equilibrio) puede constituir el impulso perfecto para que saquemos lo mejor de nosotros mismos. // Fuente: http://www.mundopalabras.es - Autor Berta Carmona Fernández
¿Alguna vez te has llamado a ti mismo algo tan duro como esto?, ¿quizá has elegido una palabra menos bruta, pero de dureza similar? Pongámonos en situación: sientes un deseo muy fuerte de contar una historia, las musas parecen estar aporreando tu puerta, pero cuando te pones a ello, algo interrumpe el flujo de las palabras, están retenidas, atascadas en algún limbo que ni siquiera sabes dónde situar. ¡Estás seco! ¡Bloqueado! No eres capaz de expresar lo que quieres con la intensidad que deseas.
A veces, este no es el problema, porque la historia brota sin ningún tipo de freno; sin embargo, cuando decides repasar lo escrito, el juez severo que vive en tu interior aparece lleno de cólera y dispuesto a borrarlo todo, incluso esos textos que un día llegaste a considerar buenos, qué leches, buenísimos. Porque, sí, entonces, en ese momento crítico, no nos engañemos, tú te consideras “un escritor de mierda”.
¿Te suena algo de lo anterior? ¿Has pasado por eso? Si respondes negativamente, entonces este artículo seguramente no te aporte mucho. Pero si perteneces a la gran mayoría de autores que sufrimos las montañas rusas emocionales (muy propias de los emprendedores, sea dicho de paso), no te asustes demasiado, lo que te ocurre es más que frecuente.
La gran Ana María Matute decía “El día que yo piense que he escrito algo perfecto, estaré muerta (como escritora)”. En efecto, la autocomplaciencia no es buena y ese punto crítico (siempre en su justo equilibrio) puede constituir el impulso perfecto para que saquemos lo mejor de nosotros mismos.
Otro grande, el autor John Dos Passos, decía “Si hay un infierno especial para los escritores sería forzosamente contemplar sus propias obras”. ¿Crees que es una afirmación un poco exagerada? ¡¡Yo no!!
Juan Ramón Jiménez deseó eliminar todos los ejemplares de sus dos primeras obras allá donde estuvieran, aunque tuviera que ir biblioteca por biblioteca; no fue el único, sobre este tema podéis encontrar amplia información en un
excelente artículo del blog “La Piedra de Sísifo”.
Faulkner decía “El novelista nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Lo que hace nunca es tan bueno como podría ser. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que uno sabe que puede apuntar”.
Ramón Gómez de la Serna decía que “El buen escritor no sabe nunca si sabe escribir”.
“He escrito mucha mierda en mi vida”. “No soy buen escritor, pero sí un buen contador de historias”, así se define a sí mismo Alberto Vázquez Figueroa.
“Un montón conglomerado de basura, eso es lo que soy. Pero arde con una llama alta”. No debió tener un buen día Ray Bradbury cuando, según encontramos en Internet, hablaba de este modo sobre él.
¿Es, entonces, una condición indispensable para ser buen escritor que no te guste lo que haces? Esta no sería mi conclusión ni el mensaje que pretendo transmitir con este artículo; la confianza en uno mismo, en lo que somos y hacemos, es esencial para poder luchar por nuestro trabajo y defenderlo ante los demás. Sin embargo, es conveniente aceptar que en numerosas ocasiones aparecerá el peor de los críticos, tú mismo, dispuesto a tirar por tierra todo lo que has hecho hasta el momento. ¿Y qué hacer, entonces?
1) En mi opinión, lo mejor es que nos esforcemos por no perder nunca la perspectiva y para ello, lo mejor será alejarnos durante algún tiempo del objeto de conflicto, es decir, tus textos. ¿Estás bloqueado? En
este artículo te regalamos grandes consejos para superar esa difícil situación. Cambiar de actividad, descansar, hacer otra cosa ayudará mucho a que veas lo escrito con otros ojos cuando vuelvas.
2) Respira hondo y no tires nada. Los calentones emocionales pueden ser devastadores, mejor respira, intenta relajarte y no le des demasiado protagonismo a ese juez severo que pretende boicotearte. No borres mucho, quizá en otro momento pueda servirte.
3) Agárrate a la humildad. La humildad, compañera imprescindible de nosotros los escritores. Muchos de los problemas de autoestima proceden de un ego excesivo, trata de quitarte de encima las sucias garras de ese monstruo llamado ego y lucha incansablemente no por ser mejor que nadie, sino mejor de lo que eras ayer.
4) Aléjate de los extremos. Solemos ser muy extremistas juzgándonos, a veces nos consideramos tan buenos que deberían poner alfombras rojas por donde pisamos y otras somos mierda. No. Así no funcionan las cosas. En serio. En los momentos de bajón recréate en todo lo bueno que has hecho y en todas las opiniones positivas que has cosechado y utiliza eso como el motor que necesitas para despegar cuando el desaliento te aplaste.
Y, si nada de lo anterior te vale, olvídate de escribir por un tiempo y ¡lee! Lee mucho, lee a los grandes autores, a aquellos a quienes deseas parecerte, lee para disfrutar, pero también para aprender a escribir, y no dejes de trabajar para sacar al mejor de los escritores que llevas dentro.
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