En el pequeño y lúgubre Comala, el escritor mexicano Juan Rulfo (1917- 1986) ubicará los personajes de su extraordinaria novela Pedro Páramo (1955). //
Autor Lic. Washington Daniel Gorosito Pérez
En el pequeño y lúgubre Comala, el escritor mexicano Juan Rulfo (1917- 1986) ubicará los personajes de su extraordinaria novela Pedro Páramo (1955). Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (el nombre completo del escritor), también por medio del cacique de la obra, mostrará el origen de la muerte de Comala.
Ese Comala ubicado, a la manera de un comal (implemento de cocina que se usa para calentar los alimentos sobre las brasas), “sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno”, al decir de Abundio al anunciar la proximidad del pueblo a Juan Preciado, en las primeras líneas de la novela.
El mismo Comala que Dolores Preciado recordará como “el pueblo que huele a miel derramada”. También otro personaje, me refiero a Damiana se lo describirá a Juan Preciado: “Un pueblo muerto, poblado sólo de voces gastadas, ecos, murmullos, fantasmas y sombras. Son los ecos de Comala los que le contestan a Preciado cuando grita: ¡Damiana!...¡Damiana Cisneros! (ibid) y recibe por única respuesta: “¡…ana…neros! ¡…ana…neros…!
El ambiente de Comala es sórdido y asfixiante. Por el pueblo corre un viento desolador, arrastrador y frío. Un pueblo cuyos habitantes son fantasmas y muertos en vida; se escuchan murmullos que llevarán a Juan Preciado aquel que al principio de la novela nos dice: “Vine a Comala porqué me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo”; a descubrir el mundo sórdido de ese pueblo… Comala.
Un pueblo, en el que los muertos “viven” en el sótano enterrados. Comala se transforma entonces en un pueblo subterráneo. El calor asfixiante de Comala y su aire viejo y entumido. Recordemos: “Vine a Comala donde todos estaban muertos. También los perros descarnados estaban muertos aunque los oía ladrar. El reloj de la iglesia se había parado. Por la calle de enfrente pasaba gente platicando como si fuera visible. Se habían quedado allí porque no tenían donde ir. Era mediodía. Debajo de nosotros el suelo quemaba, encima de nosotros el sol ardía”.
Importante aclarar que Comala, el espacio narrativo donde Rulfo desarrolla Pedro Páramo, no es un lugar específico de la provincia mexicana, sino que recrea todos aquellos pueblos de la tierra natal del escritor (Estado de Jalisco) que iban quedando abandonados.
Escribe el novelista Jorge Volpi, director del Festival Internacional Cervantino en el prólogo a una de las ediciones de Pedro Páramo: “A pesar de la fidelidad de Rulfo al lenguaje de los Altos de Jalisco, o a la recreación de la historia completa de un pueblo mexicano durante la época revolucionaria, Comala podría estar en cualquier parte justamente porque no está en ninguna. Su aridez y su soledad son universales”.
Cuando muere Susana San Juan, única mujer inasible al amor y el deseo de Pedro Páramo, las campanas tocan sin cesar durante días. La gente que no sabe que ha ocurrido, celebra las típicas fiestas de pueblo, mientras las campanas tocan a muerto. Por esto, Pedro Páramo furioso decide vengarse: “Me cruzaré de brazos y Comala morirá de hambre”. En ese momento que el terrible cacique, deja de apoyar a Comala, el pueblo dará sus estertores y lentamente morirá.
El 16 de mayo se cumplen 100 años del nacimiento de Juan Rulfo. En su homenaje va el siguiente poema titulado:
COMALA
Entre los cerros
donde los muertos sí hablan,
huyendo de la niebla
se divisa Comala.
El pueblo asoma su rostro
ante la máscara del alba
emergen paladas de maldiciones
arropadas en silencios inmensos
susurros y rumores suben del subsuelo
al paraíso de sombras de arriba.
Sombra de la que surgen
los verbos iluminadores de historias
escritura de ausencia y cementerios
la Media Luna estaba sola en silencio.
Árida tristeza
aleteos del alma- escasez de sonrisas,
libélula errante - la muerte.
Comala,
con él,
se desmorona como un montón de piedras.
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