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EL DISCO DE LA ABUELA de Juan Carlos Villalba

1)  ¿Qué dice la canción Abu..? - preguntaba yo  No se…mi amor…no se - contestaba emocionada.  ¿Y entonces porque lloras?  Tampoco lo se – decía – y se quedaba mirando a lo lejos, mientras me acariciaba entre melancólica y feliz.  Esta escena se repetía casi todos los domingos en casa de la abuela cada vez que ponía a sonar su disco preferido. Aquella música y esa voz maravillosa que cantaba en un idioma por entonces extraño para mí, me sugería  imágenes surrealistas, una especie de   pájaro inexplicable que cambiaba de formas y colores, según el momento y el tono de la melodía. Pero…              Porque lloraba la abuela..? Porque muchas veces terminamos abrazados y lagrimeando..? Que poder tenia aquella música para conmovernos de esa manera..? Durante muchos años me lo pregunte. 3)   Con el tiempo, convertido en adulto y amante de la música clásica, supe que aquel idioma era el francés, que aquella mujer de voz insuperable era María Callas, que el aria que

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"El Suicida Cotidiano": Prólogo Por Ricardo Aníbal Sarmiento / Llahué Huarpe


“El suicida cotidiano” es el primer libro en carácter de autor único de Nicolás Avellaneda, aunque esta no es la primera vez que el autor publica material literario.

"El Suicida Cotidiano": Prólogo Por Ricardo Aníbal Sarmiento

El juego del humor en la literatura es un arte de difícil logro cuando se parte de la realidad cotidiana y desde la lectura social que puede hacer un periodista con muchos años de oficio. Sin embargo en esa brecha es donde se ubica Nicolás Avellaneda, a quien me une el humor y la amistad construida por el trabajo cotidiano de veteranos cronistas de calle, y la coincidencia de portar apellidos ilustres de nuestra política nacional, más allá de toda vanidad posible.


“El suicida cotidiano”, título de esta serie de cuentos y relatos, ya me obliga a rememorar y disfrutar, en paralelo, el humor de un gran narrador costumbrista y poeta de la ex Checoslovaquia, aquel Jan Neruda que plasmó en los “Cuentos de la Malá Strana” (el antiguo barrio de Praga), un prodigio de la sutileza, la ironía y el humor literario en “La mujer que empobreció al mendigo”.
El juego del humor, el contrasentido o las paradojas literarias en ambos títulos son de evidente claridad. El primer reflejo intelectual ante ambos títulos genera preguntas que orillan, desde lo ilógico, la lógica del humor o la ironía literaria. ¿Cómo se puede empobrecer a un mendigo? ¿Cómo alguien puede suicidarse cotidianamente?
En la deconstrucción* de ambos conceptos se abriga la inteligencia narrativa que atrae impiadosamente a la lectura desenfrenada hasta agotar el último punto final de nuestro interés como lectores. Así sucede desde el abordaje que realiza Nicolás Avellaneda sobre cómo crear literatura, con humor, y con la profundidad de la inquietud social manifiesta en un poema escrito a dos almas llamado “Libertad y Palabras”. Y digo a dos almas porque Nicolás decide abrir este libro de cuentos y relatos con un poema escrito junto a su hijo Federico, donde el padre refleja su compromiso con las ideas y el heroísmo de una generación de la que fuimos testigos o partícipes menores en aquella adolescencia o primavera sociopolítica de los años ’70. Pero también se refleja allí el proceso mágico de la transmisión generacional de un conocimiento y un ideario que sintetiza el patrimonio argentino de los últimos 40 años y que deviene en el apego a la democracia como único marco donde la libertad es posible en un tiempo nuestro en el que todo es superfluo, relativo, o crudo consumismo.
Nicolás Avellaneda juega siempre entre el humor y la profundidad del concepto de la Libertad, la Justicia o de la crítica social que se expresa en verdaderas pinturas de la cotidianeidad urbana de simples ciudadanos, o de la vida política y el poder, envueltos siempre en un juego de ironía sutil; inteligente, que es el pilar de la construcción de relatos/retratos vivos de la Argentina de este tiempo. Cada relato de Nicolás es como una pintura social de Antonio Berni en la que están las proporciones exactas de realidad, ficción y un humor por momentos ácido.
Jan Neruda
Al abordar la libertad como sujeto literario, Nicolás refleja el alto sentido que esa misma libertad tiene para quien la expresa desde su conciencia de hombre libre. Y ya afirmado sobre ese cimiento emocional (al escribir junto a su hijo) y narrativo, luego avanza hacia ese despliegue constante de una inteligencia provocadora que me ha llevado como lector a saltar de la ficción literaria a la memoria de hechos, anécdotas y situaciones que han marcado la vida reciente de los argentinos. Y así como el humor es su muestra de inteligencia, luego, el amor es el emergente de la riqueza interior y de la generosidad del espíritu humano. La memoria es un signo de las huellas que nos deja lo vivido o que dejamos a nuestros hijos. Que un padre escriba sobre la libertad en conjunto con su hijo es un testimonio de amor y sabiduría, a la vez que es un inusual ejercicio de transmisión de una herencia intangible.
En el abordaje irónico que hace Nicolás de la relación entre las actuales empresas de servicios y los usuarios, mi lectura advierte que tras la partida de Gabriel García Márquez al Paraíso de la palabra, Nicolás Avellaneda incorpora el realismo mágico latinoamericano a un paisaje humano y urbano creíble desde la apelación, abierta o encubierta, a historias reales y personas que conocemos porque habitan cualquier barrio de Buenos Aires.
En esta línea narrativa es que la impactante y sorprendente historia de un “suicida cotidiano” arrastrará al lector, desde la angustia y la compasión, a la sorpresa de un final mordaz e inesperado en que el humor estalla aún en los detalles no explícitos de esta breve historia de una intimidad compleja.
Y si el paisaje urbano es el elegido naturalmente, porque es su propio medio ambiente vital, social y creativo, es una delicia descubrir cómo el simple acto de tomar un tren nos traslada de inmediato a un relato kafkiano que pinta nuestra propia aldea en el mundo literario al que Nicolás Avellaneda asoma con relatos bien construidos, siempre escritos con la pulcritud de un periodista y con el lenguaje simple que hace previsible una rápida identificación de, y con, los personajes elegidos para lo que es, seguramente, el primer eslabón de una obra mayor, con potencial atractivo en todos los aspectos inherentes a la literatura.

* “Deconstrucción” es un término utilizado por el filósofo postestructuralista Jacques Derrida, quien se basó en el estudio del método implícito en los análisis del pensador Martin Heidegger, fundamentalmente en sus análisis etimológicos de la historia de la filosofía.
Consiste en mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas (de ahí el nombre de deconstrucción), mostrando que lo claro y evidente dista de serlo, puesto que los útiles de la conciencia en que lo verdadero en sí ha de darse, son históricos, relativos y sometidos a las paradojas de las figuras retóricas de la metáfora y la metonimia.
El concepto de deconstrucción participa a la vez de la filosofía y de la literatura y ha estado muy en boga en especial en Estados Unidos. Si bien es verdad que el término fue utilizado primero por Martín Heidegger, es la obra de Derrida la que ha sistematizado su uso y teorizado su práctica.

Ricardo Aníbal Sarmiento / Llahué Huarpe *
Buenos Aires, 27 de diciembre de 2014

* Periodista, poeta y escritor, Ricardo Sarmiento nació en Lavalle, provincia de Mendoza, en 1958. Tras haber trabajado por largo tiempo en diarios, revistas, agencias de noticias, radio y televisión, actualmente se desempeña como consultor de imagen pública. A la vez, dirige la agencia periodística SRSur y conduce su programa televisivo “Política, Producción y Trabajo”. A mediados de 2013 publicó con resonante éxito su libro de poemas “Llahué Huarpe – Memorias”, de Editorial Dunken y que ya alcanzado su segunda edición.


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